Solo fue un instante y en ese instante cupo eso que llamamos vida. Cuando miró hacia atrás, se percató de eso. Tan pronto como nació…, creció…, maduró y partió. Solo fue un instante y en ese instante, todos sus deseos, sus amores, sus tristezas y alegrías. Allí su dolor y decepciones. Solo fue un instante y cupieron allí sus ambiciones, sus fracasos y victorias; sus risas y su llanto. Solo fue un instante y en ese instante cupo eso que llamamos vida. Sus amigos y sus sueños. Sus heridas, sus odios y perdones. Sus aprendizajes y experiencias. Sus mujeres, sus hijos y los hijos de sus hijos. Sus pequeñas perversiones. Sus logros, frustraciones y adicciones. Todos los golpes y caídas. Las caricias dadas y las recibidas. Todas las emociones sentidas. Las noticias de cada día. Los halagos, las posesiones, las máscaras puestas y perdidas. Los atardeceres contemplados y las melodías entonadas. Solo un instante; un corto instante visto en perspectiva.
Ahora…, solo observa. Y también los instantes de los otros se dimensionan diferente. Allí el potentado y el campesino humilde. Allí el político ambicioso y el maestro de escuela, el cura y el boticario. La señora amargada y también la feliz. El desaparecido, el desplazado. El que hace desaparecer y el que desplaza. El asesino y sus muertos. El soldado campesino y la prostituta infeliz. El matón del pueblo y el ladrón de caricias. La vedette envejecida y el cura pedófilo.