No es tan radical decidir vivir en La Buitrera. Siendo sinceros hablamos de un paraíso a siete minutos de la ciudad; bueno, me refiero a mi morada, ubicada en el kilómetro 3 (El Plan). Tengo una historia en este lugar y se las quiero contar, mientras les explico porque vivir en este sector le cambia la vida a quien se atreva. Debo retomar un episodio que seguro muchos desean olvidar: el aislamiento. Por aquella época gris para muchos tuve la oportunidad de vivir unos meses en La Buitrera, mi actual pareja y yo pasamos este momento juntos, la incertidumbre y el miedo fueron sobrellevados por mis días tranquilos en La Buitrera, mañanas soleadas o lluviosas, tintos al atardecer y las noches
esplendidas. Y es que este sector privilegiado de los Farallones posee el poder transformador de la calma; uno lo siente en todo, sus vistas, sus caminos, su gente afable, esto último siendo una característica a destacar; no en todos los lugares llega uno a sentirse tan bien recibido; es una personalidad particular que pareciera que es autóctona, la personalidad del monte, de la montaña, del río.
Se podría decir que la Buitrera me salvó, acogiéndome como si supiera cuanto lo necesitaba. Siempre he sido un hombre de ciudad, no me mal interpreten, esto no es para
decir en que le gana uno al otro, las ciudades son lugares increíbles, retadoras, laberínticas, pero no es un secreto que quien las habita sufre su desenfreno y caos, llegando a
convertirse en una relación tóxica. Después del año 2020 vivimos durante un año en San Fernando, barrio central de Cali. Nuestra ubicación privilegiada en otros sentidos solo era opacada por el desorden intrínseco de la urbe. Las noches aquí perdieron su capacidad reparadora y mi mente comenzó a maquinar en lugares que no corresponden. Nuevamente, como si fuera una entidad a quien se le invoca, La Buitrera apareció con una propuesta de retorno: Mi casita en La Buitrera estaba nuevamente desocupada y disponible para habitarla. Mi problema con las “lejanías” es el hecho de tener que movilizarme hacia un punto casi a diario, eso y que detesto los carros y las motos, mi transporte elegido es desde hace tiempo, la bicicleta. Esto lo menciono porque siempre hay algo que te hace dudar, las decisiones no serían eso si no llevaran implicaciones, sin embargo, tratándose de La Buitrera, es mucho más lo que se gana que lo que se pierde.
Así es como hoy estoy nuevamente aquí, desayunando con los guatines que se roban los mangos del patio, dándole a mi mente la paz que necesita para continuar, estoy aquí por mí, por este corregimiento, lugar que ahora llamo hogar.