Mientras espero en La EPS, el trámite de una situación relacionada con mi salud, pienso en la fragilidad del ser humano y en su vulnerabilidad. Y estos pensamientos me llevan a reflexionar sobre lo acontecido el pasado 22 de diciembre, cuando en uno de los grupos de WhatsApp, algunos vecinos de La Buitrera comentaron sobre reiterados casos de inseguridad en el territorio, como robos, atracos, y personas sospechosas merodeando por vías y callejones.
Esto fue el botón de alarma para que, ese mismo día, una persona tomara la iniciativa de abrir el “Grupo de Emergencia La Buitrera”, hoy “Seguridad Buitrera”, al cual, en pocas horas ya se habían sumado cerca de 150 integrantes y actualmente agrupa a más de 200 vecinos.
Y es que la seguridad es un tema sensible que nos atañe a todos. Hablar de seguridad, o inseguridad en La Buitrera, lamentablemente se ha vuelto un tema recurrente en los últimos tiempos. El territorio que no hace mucho tiempo era considerado un paraíso en las montañas, donde se podía vivir en medio de la naturaleza, con tranquilidad y paz, se ha visto afectado por esta problemática que normalmente se consideraba casi que exclusiva de las áreas urbanas.
Algunos aseguran que una de las causas es la proximidad de asentamientos subnormales al otro lado del río Meléndez y la existencia de cuatro puentes que nos comunican. Otros mencionan a jóvenes desadaptados delincuentes que llegan en sus motos provenientes de barrios marginales de la ciudad, a través de La Reforma y La Fonda, zonas del río convertidas en balnearios. Unos pocos se atreven a asegurar que también hay dentro del territorio, pequeños grupos de jóvenes viciosos que optan por delinquir y que la escasa presencia de autoridad policial hace que nuestro territorio sea terreno vulnerable y fácil para su accionar.
Probablemente unos y otros tienen parte de la verdad; sin embargo, parece ser que las verdaderas razones, las causas de fondo, son mucho más complejas y tienen que ver en primer lugar con el sistema económico actual, donde es evidente la injusticia, la desigualdad y la falta de oportunidades. A esto se suma la pérdida de valores humanos. La corrupción se volvió un lugar común en nuestro país, alimentada con el dinero sucio del narcotráfico que permeó todas las esferas de la economía y la sociedad; políticos, empresarios, gobernantes y gente del común. Esa cultura del dinero fácil, lamentablemente ha hecho carrera entre nosotros. El bienestar individual primando sobre el colectivo, y muchos de nuestros jóvenes marginados, con los sueños rotos y un futuro incierto, subiéndose en esa ola y tomando malas decisiones. Jóvenes anónimos para la sociedad, hijos de familias desplazadas del campo por la violencia y el abuso de tantas décadas; muchos de ellos abandonados, maltratados y abusados, con rabia y falta de principios, que actúan sin escrúpulos, atraídos por una economía ilegal y la generación de riqueza. Y detrás de eso, drogas, alcohol, falta de educación, de oportunidades, de equidad, de justicia social, de presencia familiar, de afecto… Situaciones desgarradoras y reales en estos difíciles entornos económica y socialmente vulnerados y vulnerables.
Solo cuando el SER, prime sobre el TENER, podremos considerar que estamos cumpliendo con nuestro cometido como seres humanos evolucionados. Porque la inteligencia, solamente vinculada a los avances tecnológicos, de nada sirve, en un planeta donde la producción y acumulación de riqueza priman sobre la conservación de la VIDA y la convivencia armoniosa.
Y como algo positivo, vuelvo al punto inicial, para mencionar que, en este pequeño rincón del planeta, en nuestro territorio de La Buitrera, hay personas que se unen para lograr cumplir con el deseo de mejorar sus vidas, la seguridad de sus hogares y las de sus vecinos. Su compromiso y unión es un ejemplo para todos, porque muestran resultados: mingas, reuniones con las autoridades, grupos culturales, de deporte o de estudio, acueducto comunitario, mejoramiento de vías, redes de seguridad. Esto es una demostración clara de que sí es posible enderezar el rumbo, construir nuevas realidades y rescatar la tranquilidad de antes, porque esto hace parte de la ruralidad y es un componente inherente a la vida que buscamos los que hemos decidido vivir en estas montañas. Por eso, un aplauso desde estas páginas a las personas que, con su iniciativa, compromiso, voluntad y trabajo, están logrando cambios positivos en este pequeño y hermoso rincón del planeta.
Hacemos un llamado a la comunidad de sumarse a estas causas comunes.