La Ruralidad de Cali es un territorio tejido entre comunidades, montañas y ríos, elaborado por las arañas de los Farallones con hilos de solidaridad, puntadas de colectividad y razones de vida. El territorio rural y cada uno de los corregimientos se consideran como algo propio, no porque el territorio nos pertenezca, sino porque nosotros le pertenecemos a él.
A finales de 2018 de manera sorpresiva y extraña, se le impuso un letrero a Cali con el nombre de “distrito”. Este proceso se tramitó en Bogotá entre 2014 y 2018 sin realizarse ningún estudio, ni consulta, ni socialización ciudadana o académica.
¿Por qué llega una norma y un cambio tan importante de manera totalmente sorpresiva, inoportuna e inconsulta? ¿Qué significa ser “distrito” para Cali? ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Para quién? Después de tres años, aún nadie lo entiende muy bien. Ni los académicos, ni los gobernantes, ni los técnicos pueden hablar con destreza y realidad sobre el tema.
Según testimonios de académicos de otras ciudades que quisieron transformar en distrito: “Cuando hablo con mis colegas de Cali, de las distintas universidades que hicieron el estudio, están profundamente arrepentidos (…). Esto no es claro ni los beneficios son tangibles” (Leiva, 2021).
A pesar de lo anterior, en el primer semestre de 2022 se pretende presentar al concejo el nuevo mapa de Cali. Esta decisión coloca en grave riesgo a la ruralidad, ya que se quiere imponer un diseño de localidades urbano-rurales, lo cual conlleva impredecibles impactos socioculturales y ambientales. No estamos hablando solo de división política de fronteras: es el entramado relacional de la cultura y el ecosistema. Los territorios determinan las localidades y no al contrario.
El diseño de localidades urbano-rurales demuestra algo que ya es bien conocido para la comunidad rural: el gran desconocimiento del territorio rural por parte de los funcionarios, contratistas, ONG, etc. El caso no sería tan grave si no constituyera una “actitud”.
Durante el proceso de distrito en el 2019, la comunidad rural dejó en claro su rechazo a la idea de localidades urbanorural y presentó al menos 4 propuestas alternativas de localidades rurales. No obstante, ninguna de las 4 propuestas comunitarias rurales, ni el contundente rechazo de la comunidad a la mezcla urbano rural, fueron incluidos en el análisis. Por ello se suele considerar que el proceso de distritalización es una burla a la democracia y a la participación ciudadana. Hoy más que nunca, como dijeron los mayores, «antes de ordenar el territorio, debemos reordenar el pensamiento».
El desconocimiento y la invisibilización de lo rural, significa la desaparición de misteriosas formas de relacionamiento más respetuosas con la naturaleza y con el colectivo, de las cuales hoy necesitamos tanto. La ruralidad parece (tristemente) ser el último vínculo de Cali con la espiritualidad, casi perdida en nuestra cultura, y con la solidaridad, que afortunadamente irriga todavía los caminos de la Cali rural. Respetemos lo indómito de la ruralidad.
La imposición de localidades urbano-rurales sería una triste figura para la historia, irrespetuosa con los habitantes rurales. Que este proyecto “CALI-DISTRITO” de reestructuración administrativa del municipio sea la oportunidad para reanudar el diálogo entre ciudad y campo.